Retales literarios: Los mandarines (Simone de Beauvoir)
Decididamente he bebido demasiado; yo no he creado el cielo ni la tierra, nadie me pide cuentas: ¿por qué me paso el tiempo ocupándome de los demás? Sería mucho mejor que me ocupara un poco de mi.
Ah, si me preguntan quién soy puedo mostrar mi fichero; para hacerme psicoanalista he tenido que hacerme psicoanalizar; me encontraron un complejo de Edipo bastante pronunciado que explicaba mi casamiento con un hombre veinte años mayor que yo, una marcada agresividad hacia mi madre, algunas tendencias homosexuales que se liquidaron correctamente. A mi educación católica debo un superyó bastante pronunciado: es la causa de mi puritanismo y de la deficiencia de mi narcisismo. La ambivalencia de mis sentimientos hacia mi hija proviene de mi enemistad hacia mi madre, de mi indiferencia hacia mi misma.
Mi historia es de las más clásicas, se ha plegado muy dócilmente a los marcos previstos. A los ojos de los católicos mi caso también es muy corriente: dejé de creer en Dios cuando descubrí las tentaciones de la sensualidad; mi casamiento con un librepensador terminó de perderme. Socialmente, Roberto y yo somos intelectuales de izquierdas. Nada de esto es totalmente inexacto. Heme aquí claramente catalogada, y aceptando que así sea, adaptada a mi marido, a mi oficio, a la vida; a la muerte, al mundo, a sus horrores. Soy yo, apenas yo, es decir, nadie.