Artículo para Corncuentros: Asics versus non nocere

Probablemente cuando pensamos en ASICS nos venga a la memoria las zapatillas que llevaba Uma Thurman en la película Kill Bill, para los que no la conozcan, se trata una marca de ropa y calzado deportivo. El nombre deriva de la frase del poeta romano Juvenal: Orandum est ut sit mens sana in corpore sano que significa, oremos para tener una mente sana en un cuerpo sano. Actualmente ha ido perdiendo importancia el factor espiritual al que hace referencia, el pedir a los dioses que nos ayuden a cultivar una mente y un cuerpo sano para mantener nuestra alma saludable, y es más conocida su versión abreviada Mens sana in corpore sano, centrando la atención hacia un excesivo culto al cuerpo, con la intención de alcanzar una mente más sana, o mejor dicho, un mayor sentimiento de bienestar.

Investigadores del Instituto del Corazón Mid America en Kansas City señalan que 1 de cada 20 personas que practican deporte lo hacen de forma excesiva. Informan de que los resultados de la practica deportiva no se acumulan indefinidamente y por encima de cierto nivel (correr más de 48 kilómetros a la semana) puede entrañar un riesgo de lesión por sobrecarga cardiaca. No obstante, estos autores también indican que 10 de cada 20 personas no están practicando la cantidad mínima recomendada de actividad física (> 150 minutos/semana de ejercicio moderado). Estos expertos proponen que los individuos de ambos extremos de espectro (personas sedentarias y con excedente de ejercicio) se beneficiarían a largo plazo si llevan sus niveles de actividad física al rango moderado.

La expresión latina primum non nocere, hace referencia a la máxima aplicada en el campo de la medicina, fisioterapia y ciencias de la salud, y su traducción sería lo primero es no hacer daño. En este artículo tratamos de articular estos dos principios clásicos a los que hemos hecho referencia, para resaltar los peligros que puede generar el exceso de deporte si no se tiene cierta consciencia de las metas que uno se propone alcanzar. Todos deberíamos tender a cuidarnos física y emocionalmente siguiendo la máxima de no hacerse daño.

El ritmo apresurado que se impone en muchas sociedades, hace que nos movamos con prisa de un lado para otro. A su vez, estamos sometidos a un bombardeo constante de información, a través de los medios de comunicación y de nuestras pantallas, se nos dice lo que deberíamos hacer, comprar, leer, ver, a dónde ir de viaje, cómo debería ser nuestra imagen, las tareas que nos quedan pendientes, los mails sin leer, las conversaciones y las llamadas sin contestar… Todo ello, acaba afectándonos y llega a generar hiperestimulación, dificultades en la concentración, falta de motivación, hipersensibilidad, reacciones emocionales ansiosas, falta de descanso y un largo etcétera.

Así mismo, nos llegan una serie de mandatos culturales que todos queremos cumplir para tener la sensación de estar llevando una vida plena, activa y saludable: ser productivos en nuestros trabajos/estudios, tener una buena imagen corporal, llevar una vida organizada, tener buenos hábitos alimenticios, hacer alguna actividad deportiva, cuidar y dedicar tiempo a la familia/amigos, y disfrutar del tiempo de ocio, entre otros.

Todos estos factores, unidos a la precariedad económica y laboral actual, las exigencias de nuestro entorno, los horarios imposibles, el aprender a desenvolverse con los nuevos avances (tecnológicos y sociales) y a la necesidad de ser capaz de adaptarse a múltiples escenarios (empresa, ciudad, país, idioma) en poco tiempo, hace que muchos sujetos se sientan sobreexigidos y obligados a estar en continuo proceso adaptativo en el aquí-ahora.

De hecho, una de las cualidades que más se valora hoy en día en los procesos de selección de personal es la capacidad que tiene una persona para adaptarse al medio, la apertura al cambio y ser capaz de asumir un riesgo tras otro, en un contexto cada vez más dinámico.

Todo esto trae consigo que muchas personas se sientan abrumadas ante la exigencia de adaptarse a las nuevas circunstancias, sin disponer de un medio estable en el que refugiarse.

En esta sociedad prima lo visual y la inmediatez, lo que se traduce en la necesidad de visibilizar todo lo que nos ocurre o hacemos como una manera de estar en el mundo, momento a momento, pero sin poder recrearse en la experiencia ya que se está pensando en que es lo siguiente que se va a mostrar.

Muchas personas se centran en lo inmediato, orientadas a la recompensa rápida, ya que el premio a largo plazo puede ser imposible de vislumbrar o de alcanzar. Y sintiendo que no hay tiempo suficiente para reflexionar, o buscar soluciones a los problemas que se presentan.

Dentro de nuestra cultura el deporte ocupa un lugar importante. A nivel económico es un negocio que mueve mucho dinero: Juegos Olímpicos, retransmisión de partidos, marcas de ropa y complementos, contratos millonarios, campañas publicitaria y un largo etcétera. A nivel sociocultural, está muy presente en la vida de cada persona desde la infancia, afición familiar a un deporte, pertenencia a un equipo deportivo, en la escuela y a través de actividades extraescolares se transmite los valores que emanan de él (lucha, sacrificio, trabajo, esfuerzo, dedicación, compañerismo), los deportistas de élite son verdaderos ídolos generacionales, es algo socialmente valorado… Así mismo, el discurso “healthy” está de plena actualidad promoviendo valores relacionados con rutinas saludables tanto en la alimentación como a la hora de dedicar un tiempo a ejercitar nuestro cuerpo.

Teniendo en cuenta que estamos inmersos en un ambiente que no provee de seguridad, donde hay que aprender a vivir con la incertidumbre del mundo laboral, salarios precarios, pocas oportunidades… Todo ello dificulta el poder hacer planes de futuro, y favorece que nos centremos en el momento presente.

En este contexto, no es de extrañar que entre las estrategias de afrontamiento posibles, haya quien se refugie en la práctica de alguna disciplina deportiva, para combatir el estrés diario, como forma de desconectar y descargar tensión. Es sorprendente como se ha elevado considerablemente el nivel de exigencia deportiva en nuestros días, un ejemplo de ello, es comprobar como las maratones ya no son exclusivas de los atletas profesionales y como en la actualidad cada vez es más frecuente ver a corredores populares para los que alcanzar esa meta supone una gran satisfacción personal.

Asistimos a lo que podría denominarse como un boom deportivo. Cada vez encontramos más adeptos a la practica de disciplinas deportivas como, el ciclismo, el running, el crossfit, la natación, el pilates o el yoga, entre otros. Así como la proliferación de duras pruebas de esfuerzo y alta exigencia física como son los triatlones, ironmans, rutas ciclistas, carreras de montaña, imágenes de posturas corporales imposibles, etc.

Conocemos los innumerables beneficios que tiene el deporte para conseguir un equilibrio psicofísico adecuado. Ayuda a mejorar la tonificación muscular, la capacidad respiratoria y la circulación. Combate la ansiedad, aumenta la autoestima y se liberan endorfinas, que provocan un sentimiento de euforia y bienestar.

Los fisioterapeutas y profesionales del deporte señalan que es importante tener en cuenta la diferencia existente entre hacer ejercicio físico y practicar un deporte de alta exigencia. Para poder practicar un deporte de alta intensidad deberíamos estar previamente en forma, para garantizar que no ponemos en riesgo nuestra salud, además de seguir un entrenamiento adecuado con cierto control y asesoramiento.

Desde la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED) se alerta del aumento de fallecimientos y patologías graves debidas a una practica deportiva poco saludable y sin control. Es importante tener en cuenta, que no es lo mismo alcanzar ciertas marcas para aquellas personas que se dedican al deporte de manera profesional, como para aquellos que lo compatibilizan con otras maneras de ganarse la vida.

Los expertos recomiendan la realización de actividad física moderada al menos tres veces por semana para evitar el sedentarismo. Sin embargo, el ejercicio físico en exceso también puede acarrear consecuencias negativas para la salud.

Aunque en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Dissorders (DSM-5) aún no se contempla la adicción al ejercicio como un trastorno en sí mismo, algunos estudios señalan que puede afectar alrededor del 3% de la población que se ejercita regularmente y perjudica la salud física, mental y emocional de quienes la padecen.

La obsesión por la dieta y el ejercicio físico puede llevar a la persona a sufrir diversos trastornos relacionados con la práctica excesiva de deporte como la vigorexia, un tipo de trastorno dismórfico corporal en el que la persona se ve menos musculada de lo que está y se obsesiona por tener “un cuerpo de gimnasio” (es decir, musculado); la runnorexia donde las personas pueden ver como su calidad de vida y sus relaciones sociales o de pareja disminuyen debido al excesivo tiempo que le dedican al entrenamiento; el síndrome del sobreentrenamiento, se desencadenan efectos negativos derivados del exceso de ejercicio y la falta de recuperación necesaria pudiendo genera a nivel físico problemas musculares y de articulaciones, mientras que a nivel mental puede manifestarse a través de fatiga, insomnio, depresión, perdida de apetito sexual; el ejercicio en exceso se ha vinculado a mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y un descenso en el funcionamiento del sistema inmune.

Desde un punto de vista psicológico, entendemos que cuando la persona se concentra en la practica deportiva, le ayuda a evadirse por un tiempo de los problemas que le rodean. Le permite conectar consigo mismo, le da cierto nivel de control sobre sus actos, en contraste con el medio cargado de incertidumbre que le puede estar rodeando. Le da cierta autonomía a la hora de poder recibir una recompensa por el esfuerzo realizado, sentirse productivo y valorado, cosa que pude no estar proporcionándole su lugar de trabajo o el realizar las tareas de su día a día. También se puede derivar sentimientos de frustración cuando no alcanzamos los objetivos propuestos, impotencia frente a una lesión no deseada o baja autoestima cuando consideramos que nuestros compañeros tienen mejores marcas. Así mismo, se corre el riesgo de ponerse objetivos cada vez más elevados, bien como forma de superación personal o para impresionar a los que nos rodean, que pueden tener consecuencias muy dañinas en nuestros estados emocionales y físicos.

El desarrollo de las nuevas tecnologías ayuda a compartir los retos, entrenamientos y logros con los demás. Además de satisfacer algunas necesidades psicológicas, como la de sentirnos reconfortados por las muestras de apoyo y alabanzas recibidas por parte de nuestros allegados, ya que el deporte es una actividad reconocida socialmente.

En este punto, es interesante lo señalado por Horstein en relación a las dos principales vías por las cuales un sujeto puede buscar el reconocimiento del grupo de pertenencia: una de ellas es por conformidad (ser como los demás) y la otra es por distinción (ser distinto y ser valorado precisamente por esa diferencia).

En mi práctica profesional, asisto al como algunas personas se sienten mal consigo mismas por no ser capaces de moverse al ritmo que otras marcan a través de sus perfiles en redes sociales, donde transmiten una excesiva preocupación por entrenar y alimentarse de forma saludable. Estas personas se sienten incapaces de poder incluir estos hábitos, además de llevar toda la carga de su día a día, llegándose a sentir paralizados y abrumados.

Otras en cambio se refugian en el “mundo fit” en un intento de transformar lo problemático, lo que necesita ser hablado/pensado/escuchado, en movimiento. Como una manera de escapar de su sufrimiento, adoptando una actitud caracterizada por un no querer saber nada, y que se guía por un hacer. Entendiendo que se trata de una forma de poder introducir un distanciamiento con la toma de consciencia y conexión con uno mismo.

Para prevenir y revertir la adicción al ejercicio, resulta importante saber que quienes más horas dedican al entrenamiento o a la actividad física estructurada, más riesgo tienen de sufrirla. En el caso de los atletas o profesionales se debe prestar especial atención.

En general todo aquel que practique un deporte debe comprender que no pasa nada por un día que no vayamos al gimnasio o nos saltemos la dieta, sino que, por el contrario, puede favorecer a nuestra salud y resultar de ayuda para mejorar el rendimiento.

En esta sociedad a la que pertenecemos, donde todo transcurre con prisas, donde hay un alto nivel de exigencias, donde no hay tiempo que perder y, donde parece que estemos programados para hacer y hacer, sin permitirnos parar a descansar, reflexionar o disfrutar. La clave estaría en conseguir un equilibrio, una adecuada autorregulación a nivel fisiológico, psicológico, social y espiritual.

Para poder contrarrestar el efecto que tiene el ambiente sobre nosotros, los mensajes publicitarios que nos incitan a un consumo sin fin, la necesidad de ser aceptados por nuestro entorno, nuestro deseo de ser igual o mejor que los que nos rodean, obligándonos a llevar una vida repleta de experiencias pero sin apenas tiempo para poder disfrutarlas, hay quienes proponen dedicar un tiempo, en nuestro día a día, a la meditación.

Es el caso de Pablo D´Ors para quien vivir bien supone estar siempre en contacto con uno mismo, algo que solo fatiga cuando se piensa intelectualmente y algo que, por contrapartida, descansa y hasta renueva cuando en efecto se lleva a cabo.

Así mismo, la psicoterapia también ayuda a conectarnos con nosotros mismos y a desarrollar una posición más reflexiva que permite a la persona tener más consciencia sobre sí misma y control para manejar los distintos mandatos sociales comentados previamente. Se genera una atmósfera cálida y tranquila, donde uno puede dejarse decir, pensar y darse el tiempo necesario para ir descubriendo de forma gradual lo que tiene sentido para uno, lo que le pasa, lo que le gusta y también lo que nos le gusta de sí mismo. Ayuda a aceptar, entender y conocer quien es uno realmente y como poder hacer frente a la vida que le ha tocado vivir, evitando así tener que estar en continuo movimiento, corriendo delante de sus problemas o sintiéndose arrastrado por ellos.

La psicoterapia y la meditación, poseen muchos elementos comunes. Ambas ayudan al sujeto a reconectar consigo mismo y a desenvolverse en el medio que le rodea, fomentando el pensamiento reflexivo. Si bien es cierto que la meditación tiene lugar de forma más autónoma, mientras el proceso psicoterapéutico tiene lugar en presencia de otro, que en determinados momentos, puede aportar una visión nueva o no contemplada anteriormente.

La vida está en continuo cambio, por lo que es necesario que nos movilicemos tanto interna como externamente para poder hacerle frente y disfrutar de ella. También es conocido por todos que ningún exceso es bueno mantenido en el tiempo. Para contrarrestar los inconvenientes que se puedan derivar de una práctica deportiva abusiva o de un sedentarismo perjudicial, nuestra recomendación se centra principalmente en encontrar un equilibrio personal entre:

  • La realización de una actividad continua moderada o intensa (esta última, limitada en el tiempo, con metas adecuadas a nuestro fin y asesorado por profesionales)
  • Dedicar un tiempo para la introspección (solo o en compañía)
  • Darse tiempo para garantizar el necesario descanso físico y mental.

De esta manera, podemos seguir funcionando adecuadamente y conseguir el mandato clásico de mens sana in corpore sano, pero sin hacernos daño.