El baile de los locos (Per Olov Enquist)

Jane Avril aparece representada en muchos de los dibujos de Touluse-Lautrec. Alcanzó la fama con su “ baile de los locos”, una danza que había creado en la Salpêtrière, un baile que hechizaba a todos, aunque nadie entendía por qué.

Su madre era prostituta, y a menudo le recordaba a su hija que su padre era un conde italiano. La mayor parte del tiempo Jane vive con sus abuelos, aunque de vez en cuando vuelve con su madre, quien la maltrata.

A la edad de 13 años pide limosna en las plazas de barrios alejados. Se abre camino en sus años jóvenes con mucho esfuerzo y desprovista de características propias. De repente, empieza a sufrir calambres y espasmos involuntarios. La primera vez creen que son motivados por un sentimiento de culpa; se había negado, sin razón alguna, a masajear a uno de los benefactores de la madre al sentir éste un súbito dolor en la espalda; su díscola rebeldía, a la vez que infantil, provocó la ira de la madre, que le dio una paliza. Cuando el amigo de la madre dolorido, insistió en que le ayudara, la niña volvió a negarse a pesar de la azotaina. Entonces, de alguna manera poco clara desde el punto de vista médico de ese momento, esa rebeldía se transmitió a sus miembros y entró en un estado parecido a un baile que desconcertó y asustó a los presentes, o sea, a la madre y a su benefactor.

Un tal doctor Magnan se encargó de ingresarla en el hospital de la Salpêtrière bajo la supervisión del profesor Charcot. “ Eran las epilépticas retrasadas y las histéricas las que constituían la aristocracia de este infierno de tristeza, ellas eran las celebridades. Formaban el estrato superior y envidiado en esa colección tragicómica de seis mil sombras grises que se desplazaban murmurando, gritando o llorando con movimientos lentos, como sapos, por los sucios pasillos y las habitaciones, entre los muros de más de un metro de grosor o fuera, en grupos sin rumbo, por los estrechos espacios al aire libre” llegaría a escribir la propia Jane Avril.

En 1884 se organizó un baile de máscaras en el que participaron las pacientes, los cuidadores y algunos médicos. Jane empieza a bailar y descubre que no pesa nada, que vuela, y que la música la lleva. Se libera de sí misma y encuentra aquellos pasos con los que más tarde causaría sensación en el Moulin Rouge.

Cada vez se muestra más salvaje, descubre que carece de otros rasgos característicos, excepto de capacidad para bailar, y no solo eso sino que, además, carece de recuerdos, de culpa y de desesperación, se ha liberado de su madre, de sus admiradores, de las ratas, de los golpes y de las heridas, ha cortado con el hospital, sus recuerdos están amputados, pesa muy poco, los nuevos e imposibles pasos del baile le llegan fácilmente, descubre que es totalmente libre y que nada la puede atar.

Luego llegan los aplausos, “El breve instante en el que todo es posible. Ése es el instante del amor, cómo lamento no poder atrapar ese momento en el que todo es posible y permanecer en él”, vuelve a escribir Jane.

Finalmente fue dada de alta. Las únicas secuelas de su enfermedad mental, que quizás nunca existió o de la que quizás fuera curada en la Salpêtrière eran unos extraños y leves temblores en las aletas de la nariz.