La eterna duda

¿Y si cambio? ¿Y si solamente lo dejo? Así, lentamente, sin lucha ni derrota, solo paso a paso, sintiendo que una cosa lleva a la otra. El cambio se inicia, pero progresivamente, sin brusquedades. Llega un día que la pregunta se instala delante de ti, tranquila, pausada… ¿Y si lo hago? Y si… ¿por qué no?

El mañana puede volver a ser como siempre, dudoso, intranquilo. Pueden volver todas las ideas y sentimientos contradictorios, esos que llevan tanto tiempo paralizándote. Pero llega ese momento en el que… ¿y si sueltas? No importa el por qué del ahora, simplemente hoy se impone la idea de haber estado aferrado a algo. Todo este tiempo intentando evitar tomar la decisión, creyendo que al no decidir estabas ganando tiempo, pero esa estrategia tarde o temprano deja de funcionar, porque esa postura acaba convirtiéndose en una decisión por sí misma.

Pese a la necesidad de querer hacer partícipes a los demás, al Otro, a tu entorno… En la búsqueda incesante del consenso interno y el externo, te sientes solo frente a lo decisivo, ¿y qué? ¿Cuándo no es así? Siempre lo acaba siendo. Invariablemente empujados por lo que nos rodea o por iniciativa propia, en el último momento somos nosotros los que acabamos tomando la decisión y viviendo sus consecuencias.

¿Y por qué hoy? No importa. No siempre, pero sí a veces, las grandes decisiones, esas que llevas tanto tiempo pensando, un día como otro cualquiera se resuelven: decido esto. Sigues sin tenerlo claro, no se han resuelto los problemas, esas incógnitas que en cuanto se solucionaran te ayudarían a dar el paso. ¿Deberías seguir esperando un poco más a ver si la duda desaparece?

Pero algo resuena en tu interior impaciente: ¿y si lo hago ya? Ya has peleado, ya has reflexionado, ya has claudicado, ya te has adaptado; lo has comentado, pensado y analizado; ya te has visto desde fuera (no te gusta lo que ves desde fuera); ya te has impacientado, tranquilizado, llorado, entusiasmado, cansado, y vuelta a empezar. Llegará el día, sí, ese día estaré seguro y lo haré. Pero no, quizás la cosa no sea así, simplemente puede que sin estar más seguro que antes, casi porque sí, puede llegar el momento de iniciar el cambio, cambio paulatino, cambio tranquilo, sin consecuencias impactantes… solo cambio, solo un paso tras otro, sin nada definitivo, solo evolucionar, fluir…

Todo ese tiempo detenido en esa encrucijada, pensabas que se trataba de este otro tipo de cambio, del reflexivo, del pensado, del definitivo… Quizás era así, quizás has tenido que pasar por todo eso para que, al fin, se haya producido el verdadero cambio, el de que ya es hora de pasar a la acción: ¿y si simplemente dejo de estar en este punto?

¿Tanto para esto? ¿Así de simple? Sí, así de simple. Lo sabio es hacer lo complicado simple, no por verlo ahora simple deja de ser complicado, sigue siéndolo como tantas cosas: el amor, la guerra, el ser humano… Tan complicado y tan simple en otros momentos. Así pasa con todo, a veces llega el día y lo que sigue siendo complicado lo ves simple y piensas, ¿y si simplemente cambio?

Carola Higueras Esteban

Psicóloga Psicoterapeuta

Es hora de cambiar a cerezas

El amor y muchos sentimientos cercanos a él están relacionados con   distintos alimentos como la manzana del árbol prohibido de Adán y Eva; la búsqueda de la media naranja a la que estamos todos condenados, hasta que aquellos afortunados que la encuentran pueden sentirse “completos” al fin; que te den calabazas cuando el amor no es correspondido; que disfrutes de una apasionada luna de miel tras consolidar la pareja su vínculo legalmente y ante los demás y que finalmente sean felices y coman perdices.

Si la elección hay que basarla en algo comestible, mi propuesta a añadir a este banquete emocional sería sin lugar a dudas: la cereza.

Son bastantes curiosos los orígenes de estas expresiones a las que hemos hecho referencia anteriormente, por lo que merece la pena detenerse en algunas de ellas.

“La media naranja” tiene su origen en una obra de Platón llamada El banquete. En un principio los humanos eran unos seres esféricos (de ahí la semejanza con la naranja) que tenían dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas que utilizaban para desplazarse rodando. Estos seres podían ser de tres clases: uno compuesto de hombre+hombre; otro de mujer+mujer y un tercer (el “andrógino”) de hombre+mujer.

Un día las vanidad humana los llevó a enfrentarse a los dioses e intentaron escalar al cielo. Zeus los castigó partiéndolos por la mitad a través de un rayo, y a partir de ese momento los seres andaban tristes buscando siempre a su otra mitad. Si alguna vez llegaban a encontrarse con ella, se unían en un eterno abrazo dejándose morir de inanición. Zeus finalmente acabó apiadándose de la estirpe humana y ordenó a Hermes que les girase la cara hacia el mismo lado donde tenían el sexo: de este modo, cada vez que uno de estos seres se encontraba con su otra mitad, de esa unión pudiera obtener placer y además si se trataba de un ser andrógino pudieran tener descendencia.

Para explicar la relación entre el rechazo amoroso y las calabazas, hay quienes aluden al carácter antiafrodisiaco que les atribuían los griegos. Así mismo, en los monasterios de la Edad Media, eran utilizadas las pepitas de calabaza en las cuentas del rosario para alejar pensamientos lascivos. Por lo que ambos factores podrían sugerir una invitación a abandonar los devaneos amorosos.

El origen de la luna de miel tiene varias versiones, entre ellas están por ejemplo la proveniente de Babilonia, hace más de 4000 años, donde el padre de la novia le daba al novio toda aquella miel que pudiera beber durante un mes (una luna). Aunque también se dice que fueron los Teutones en Alemania, quienes comenzaron con esta tradición: ellos celebraban sus bodas solamente bajo la luna llena y luego del evento, los novios bebían licor de miel durante los 30 días posteriores a la boda ya que se consideraba que aumentaba la fertilidad. Por lo que finalmente a este periodo se le acabó llamando Luna de miel.

Una de las teorías con respecto al origen de la expresión “Fueron felices y comieron perdices” es que en la corte de Catalina de Médicis se consideraba que la carne de la perdiz era buena para despertar el deseo sexual, además de ser un alimento de fácil digestión que reforzaba la capacidad cerebral y mejoraba la concepción.

No queda pasado por alto en este recorrido, que los alimentos escogidos están vinculados a su propiedades afrodisíacas y que potencian la fertilidad. Históricamente en el vínculo amoroso se ha ensalzado la función de la procreación para garantizar la supervivencia de la especie humana. Las cerezas no cumplen estas funciones (al menos que se sepa) pero en el momento actual en que estamos, podría hacerse uso de otras vías sustitutivas o complementarias para aumentar esas carencias.

La imagen de una cereza da cuenta de una unidad completa que no necesita fusionarse con Otro para alcanzar la plenitud, por lo que no se presenta la idea de que cada uno de nosotros somos seres incompletos a la espera de que el destino nos coloque delante de nuestra otra mitad complementaria. A su vez, la cereza suele aparecer emparejada a otra similar a ella (completa también) ambas unidas en uno de sus extremos.

Es importante enfatizar la importancia que tiene el que cada uno se forme una imagen de sí mismo, estableciendo los límites entre lo que es genuino de uno y lo que pertenece o forma parte del otro, que exista una buena integración de las partes buenas y malas que inevitablemente están en juego dentro de cada uno de nosotros, y la idea de que de manera individual vamos haciendo un camino que nos constituye, define y nos hace ser quienes somos.

El ser humano es un ser social por naturaleza y desde el nacimiento está presente en la necesidad de establecer lazos afectivos con los Otros significativos que nos garantizan la supervivencia. De ahí que hayamos escogido a la cereza como metáfora, la cereza consta del fruto (el sujeto) y el rabo que simbolizaría tanto el recorrido vital de una persona, como la capacidad de establecer conexiones con uno mismo por un lado y con el Otro en el extremo opuesto. Este punto de unión nos fusiona con el Otro pero manteniendo nuestra individualidad, y en el caso de que el vínculo se rompa, uno mantendría la integridad de su ser y podría, en cuanto se estuviera preparado para ello, vincularse de nuevo con Otro.

El mito de la media naranja está aún bajo la amenaza de Zeus, el cual manifestó su intención de volver a dividirnos en dos mitades – para que, así, caminásemos dando saltos sobre una sola pierna-, en caso de que la raza humana no aprendiera a respetar sus propios límites y a superar su peligrosa arrogancia. Como parece que bordeamos los límites de esa prohibición… por si acaso vuelve a caer un rayo que nos divida, la propuesta es dejar de ser naranja para que nos deje siendo al menos una cereza.

Carola Higueras Esteban

Psicóloga Psicoterapeuta

Respondiendo al yo adolescente

Recuerdo una ocasión siendo yo adolescente que le pregunté a mi tía (que por cierto es del gremio): “¿Por qué les resulta tan difícil a mis padres entenderme si ellos también pasaron por lo mismo?” no recuerdo muy bien como terminó nuestra conversación, pero sí que me respondió: “ummm interesante pregunta, la verdad”. Realmente no me dio una respuesta a la pregunta por mi formulada, pero su respuesta tuvo un gran impacto en mi.

Analicemos la siguiente viñeta clínica: Probablemente esta intervención tuviera esa repercusión debido a que se produjo en un clima íntimo y adecuado, su cuarto, como nos amplió luego (el cuarto del adolescente corresponde a su esfera más privada y más segura) había alguien dispuesto a escuchar (sin la presión de tener que a la vez educar) que tenía cierta ascendencia sobre K, que oyó su demanda con atención y la elevó a categoría de interesante. Seguramente el motivo que originó esta escena sería cualquier disputa trivial en el seno de una convivencia familiar, que finalizara en un estallido emocional de difícil manejo y que necesitara del cobijo de su espacio (su cuarto)

Unos cuantos años más tarde formulo la misma pregunta, esta vez a mi misma, y es que como todos sabemos: ¡La adolescencia es una etapa que todos queremos olvidar!

La adolescencia es un momento de deconstrucción ,construcción, reconstrucción. Un periodo en el que pasado, presente y futuro están unidos y no siguen las leyes de la cronología.

Sabemos que la adolescencia es una etapa difícilincómoda, pero necesaria. Generalmente es donde empezamos a reconocer los esbozos de lo que luego será nuestra personalidad, si bien es cierto que ésta comienza a fraguarse mucho antes y a lo largo de toda nuestra infancia.

Es un periodo vital que se inicia en torno a los 11 años y finaliza hacia los 19 o 20 años. Conlleva grandes cambios corporales, (talla, peso, habla, caracteres sexuales secundarios…) de torpeza, de desproporciones, de granos; y de cambios psíquicos (abandono de ideales infantiles con rechazo de los mismos) de luchas en cuanto a la separación y la autonomía, la ampliación de las capacidades de la mente para conceptualizar y emplear procesos de pensamiento abstracto y simbólico; de una maduración sexual inquietante, de nuevos sentimientos por explorar, así como la tendencia a buscar ideologías y hábitos sociales que trasciendan lo convencional , con un cierto rechazo hostil de los valores tradicionales. Nada es estable, todo fluctúa y cambia. Es un momento de mucho crecimiento, pero también de mucha confusión.

Aparece el reconocimiento de la mortalidad, de la irreversibilidad de la muerte. Los niños hasta este momento, pese a conocer la existencia de la muerte, reniegan de ésta. Es con el devenir de los cambios bruscos, de la metamorfosis corporal, que hace que la imagen en el espejo no corresponda a la de hace poco tiempo atrás, donde se introduce la presencia de la temporalidad, cuando nos damos cuenta de que el tiempo pasa.

Puedes saber cuando un niño está creciendo cuando deja de preguntar de dónde viene y comienza a cuestionarse a dónde va.

Es central en la adolescencia la preocupación (por inestabilidad) de la identidad. “quién soy, qué soy, qué lugar ocupo en el mundo, cuál es el propósito de mi vida” son preocupaciones que inundan a cualquier adolescente. La definición de la identidad es vaga, adquiriendo en situaciones de estrés, características de crisis existenciales que se acompañan de baja autoestima, sentimientos extremos de inadecuacióndesesperanza y vulnerabilidad.

La adolescencia abre la posibilidad de recapitulación del pasado, dando una segunda oportunidad en el desarrollo de la persona. Este trabajo a veces no se puede realizar porque no se posee un núcleo sólido en el psiquismo (yo) y no se puede simbolizar y tolerar todos los cambios que acontecen. Es el buen legado recibido durante la infancia, lo que posibilitará al joven, enfrentar las reediciones y conflictivas de la transición al mundo adulto.

Desde el nacimiento, los padres ofrecen al niño enunciados de identificación, que van componiendo la noción de sí mismo y del mundo en que vive. Con la adolescencia, el joven trata de ir separándose de sus padres, de tomar distancia, deja de verse con los ojos que lo miraban y pasa a mirarse con una mirada diferente, una mirada de Otro, que utiliza para estructurar esa mirada hacia sí mismo. Este distanciamiento los enfrenta a su vez, a la pérdida de protección que éstos le brindaban.

Es importante saber que adolescente necesita a sus padres tanto como los niños, pero de una manera diferente. Es necesario una voluntad por parte de los padres, para aceptar los cambios y ajustarse a nuevos modos de relación con sus hijos. Deben permanecer interesados y conectados, y al mismo tiempo establecer límites y ofrecer protección. Como ya dijera Tother Hornstein, “la adolescencia también pone a prueba la capacidad de trasformación de los padres”. Los adolescentes así como necesitan de sus padres y su familia, también necesitan de otros adultos y del grupo de pares para relacionarse e ir construyendo su propia identidad.

Estos movimientos hacia la individuación cristalizan en una brecha generacional importante para la cultura, sin brecha, sin ruptura, no hay creación.

El adolescente se defiende del mundo que le viene dado con una actitud retadora y grandes dosis de rebeldía, poniendo barreras a la comunicación y excluyéndose de los adultos con un lenguaje y subcultura peculiar. El adulto puede tornarse fuente permanente de conflicto para el adolescente, si éste no aprende a delinear patrones saludables para enfrentar sus problemáticas.

La soledad del cuarto, la complicidad de los amigos, los secretos y los nuevos amoríos operan una destitución de los padres como referentes únicos. Los padres ya no son lo que eran para el niño: centro y garantía del universo. Las figuras parentales son destituidas de su lugar y dicha sustitución no es sin dolor para los padres, ya que estos se rehúsan a abandonar el lugar del ideal. De ahí que las ruptura y enfriamiento en el seno familiar correspondan a un doble proceso: por un lado el adolescente necesita derribar el pedestal en el que se hallan sus padres y por otro los padres se resisten a dicha destitución y lo que es peor, la destitución parental, aunque necesaria, deja al adolescente más solo que antes.

Se entiende que el exceso de la presencia o la ausencia de los padres, así como la calidad con que estos ejercen sus funciones, tienen vital importancia para el adolescente. Se trata de saber identificar la necesidad adolescente para no confundir libertad con abandono, y estar atentos a la difícil tarea de poner los límites adecuados y necesarios.

Muchas problemáticas de este periodo pueden venir originadas de la incapacidad para tolerar la diferenciación: bien porque la familia sea muy rígida y no permita la diferenciación del adolescente, bien porque sea excesivamente flexible y ocupe el mismo lugar de éste (generando gran confusión) En ambos casos, no se permitiría la diferenciación.

La adolescencia también trae consigo otra pérdida más, la de la omnipotencia infantil, uno ya no se basta por así mismo, por lo que son frecuentes los fenómenos de un doble, otro que se ve como parte de uno mismo, ese doble cristaliza en distintos objetosdiario íntimo (objeto externo pero al mimo tiempo mi propio yo) amigo íntimo (amigo del mismo sexo, tiene finales bruscos) desplazamiento de la imagen parental a través de los ídolos (importantes, famosos, valorados) y finalmente aparece la elección de la pareja (la pareja sería la otra parte de si que se intenta recuperar)

El conflicto entre necesidad de pertenecer a un grupo y la necesidad de ser visto como único e individual es la lucha dominante de la adolescencia.

(Jeanne Elium)

Las fronteras entre lo normal y lo patológico son particularmente difusas en la adolescencia, trayendo como consecuencias una gran divergencia de opiniones: desde quienes piensan que todo es transitorio, hasta quienes exageradamente opinan que este periodo es en sí mismo, una fase de desorganización psicótica de la personalidad.

El adolescente no debe ser curado como si estuviera enfermo, lo cual no significa negar que pueda haber una enfermedad durante la adolescencia. Algunos jóvenes sufren muchísimo, de modo que sería equivocado no ofrecerles la ayuda necesaria.

A los 14 años es común que piensen en el suicidio, y la tarea a su cargo es la de tolerar la interacción de varios fenómenos dispares: su propia inmadurez, los cambios que trae la pubertad, su idea de sentido de la vida, sus ideales y aspiraciones, a lo que se añade la desilusión personal respecto del mundo de los adultos, que para ellos es esencialmente un mundo de componendas, de valores falsos y de desatención de lo que realmente importa. Cuando abandonan esta etapa, los adolescentes de ambos sexos comienzan a sentirse reales, adquieren un sentido del self y un sentido del ser.

Gadner, expone lúcidamente los problemas de los adolescentes como consecuencias de: a) la modificación de la relación con los padres, en el nivel inconsciente (concepción omnipotente del niño, necesidad de sustitutos con búsqueda y aceptación de una dimensión más real); b) la necesidad de asumir las normas sociales, culturales, psicológicas y familiares, esperables a su edad y apropiadas en la sociedad adulta, con el consecuente desarrollo de control interno; c) la identificación y el rol sexual en el terreno biológico, psicológico, social y cultural; d) la responsabilidad y las decisiones permanentes del orden educacional y vocacionale) el manejo y la canalización de los impulsos agresivos que cobran particular fuerza; f) la búsqueda de amor y seguridad indispensables para el desarrollo y la estabilidad yoica, y g) la crucial situación emanada del binomio dependenciaindependencia.

La adolescencia irrumpe con multitud de cambios psicológicos y biológicos que se suceden en poco tiempo y que no siempre marchan en forma paralela, pero sí suscitan reacciones, las cuales, si bien muchas veces son enmarcables dentro de la psicopatología, en la mayoría de los casos se nos presenta como variaciones normales dentro de un espectro de gran amplitud. Las manifestaciones pueden ser de tal naturaleza que causen justificada alarma, pero felizmente la gran plasticidad del adolescente acude en su ayuda, y una adecuada movilización de sus recursos yoicos lleva a un control de la situación, que no pocas veces, nos sorprende.

Durante este periodo pueden aparecer los primeros episodios de naturaleza psicóticatrastornos de la conducta alimentaria, la exacerbación de las alteraciones de conducta en los trastornos de personalidad, así como el consumo arriesgado de psicoactivos.

El adolescente debe ser capaz de superar la crisis prepuberal depresiva, superar los cambios de su cuerpo y la pérdida de que sus padres son ideales. Tiene que buscar otros objetos de identificación, que interioricen la ley paterna y debe favorecer su inscripción del superyo en su doble partida prohibición/protectora. Debe conseguir un equilibrio entre el amor a sí mismo (libido narcisista) y amor hacia los demás (libido objetal)

Resumiendo, la adolescencia no es solo una etapa de rápidos cambios biológicos, sino que representa la oportunidad para lograr la madurez y objetivos de la vida adultapsicológicos y sociales.

Espero poder haber(me) respondido al por qué resulta tan difícil para los adolescentes y su entorno, entender que ocurre durante la adolescencia.

Carola Higueras Esteban

Psicóloga Psicoterapeuta
Plaza de Carmen. Granada